martes, septiembre 26, 2006

Imperdonable

Sin perdón de Dios…

Con ciertas reservas me incorporé y le dije: te lo encargo, vuelvo en seguida.

Lo dije con firmeza para recalcar lo importante de la encomienda y adicionalmente la miré a los ojos para demostrar lo serio de mis palabras.

No recuerdo el tiempo transcurrido pero no debió ser mucho. Caminé entre la gente, sonriente, listo para seguir con lo que había dejado a medias. Me acerqué y cuando me disponía a sentarme, me invadió la tristeza.

Ahí en la mesa, mi copa tirada y el vino, escurriendo.

Tirar la comida es una cosa pero esto...


Esto si es un desperdicio.

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