viernes, febrero 24, 2006

Sobrenatural

Oops...


La rojiza luz del atardecer iluminaba el camino cuando repentinamente escuchamos el rugido de la bestia acercándose a toda velocidad.

Se emparejó y permaneció a un costado nuestro. Adriana volteó intrigada y presenció el inverosímil abanico de cosas pegadas a lo que alguna vez fue un auto.

Juguetón pisé un poco el acelerador, a lo que el monstruo respondió con más rugidos de su motor.

Ella me preguntó las razones de tan curiosas adaptaciones y platicamos un poco mientras nuestro compañero proseguía con su escándalo.

Finalmente cambiamos el tema, maniobré la palanca de cambios y dejé atrás aquella pobre máquina, víctima del mal gusto.

Lo intentó, pero su voz se desvaneció con rapidez hasta que finalmente, el hijo de Frankenstein desapareció del retrovisor.

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